Si seguiste los consejos del artículo anterior, estás preparado para llevar a cabo tu discurso frente a unos oyentes pero ¿cómo comenzar?

No se deje arrastrar por pensamientos negativos ya que serás presa del miedo escénico, frecuente incluso, aunque no lo creas, en personas que están acostumbradas a hablar en público. En primer lugar, piense que como personas que somos, estamos sujetos a debilidades pero también a fortalezas. En este caso, deberíamos conocernos, saber cuáles son nuestros errores y por qué nos sentimos cautivos de los nervios o el estrés. De esta manera, tenemos que ser capaces de dominar nuestro cerebro límbico, la parte cerebral que controla nuestras emociones, para que nuestro cerebro racional o neocórtex pueda desarrollar sus capacidades cognitivas como la memorización, la concentración, la resolución de problemas o la verbalización, o sea, el lenguaje. Para hacer posible ese dominio, siga estos simples consejos:

1. BEBA UN POCO DE AGUA ANTES DE HABLAR. Beber un vaso de agua, manda un mensaje de tranquilidad a nuestro cerebro ya que “interpreta” que la situación a la que nos enfrentamos no es tan grave.

2. RESPIRE PROFUNDAMENTE. Respirar desde el abdomen calma también a nuestro cerebro. Coja aire, póngase la mano sobre su vientre y aguante durante unos diez segundos. Luego espire de manera relajada. Este tipo de ejercicio respiratorio hará que emita mejor su voz y evitará que salga con bajo tono o temblorosa.

3. AMBIENTE IDÓNEO. Para crear un ambiente ameno en el que fluya la comunicación, evite sentarse tras una mesa y, sobre todo, algún objeto que se convierta en un obstáculo entre nosotros y el público ya que muestra desinterés o incluso miedo. Si el discurso se desarrolla dentro de un debate o una conferencia, donde los ponentes deben estar sentados, intente gesticular y jugar con los tonos de voz.

4. CONTACTO VISUAL. Estaría muy relacionado al punto del artículo anterior de la kinésica o lenguaje corporal. Según los expertos, durante nuestro discurso deberíamos mantener un contacto visual con el público, no más de tres segundos por persona para no intimidar, lo que provocará una corriente de simpatía y de integración.

5. OTRA VEZ EL TIEMPO. Punto muy importante. No hay que improvisar la duración de la intervención. No intente acabar con rapidez, las prisas no son buenas consejeras, ya que puede que su mensaje llegue mal. Procure no extenderse demasiado. Según varios estudios, un discurso tendría que durar entre 40-45 minutos a partir de ese tiempo, el oyente entra en un agotamiento cerebral.

6. PREGUNTAS. Al final, normalmente, el público suele lanzar alguna cuestión. No ignore ninguna. Si hay alguna consulta o duda de imposible respuesta en el momento, posponga a su oyente una aclaración tras su exposición.

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